Este año te regalo un poquito de Felicidad
- Isabel Aller
- 1 dic 2020
- 4 Min. de lectura
FELICIDAD, que palabra tan inmensa… No voy a pecar de soberbia prometiendo regalos imposibles. Pero, debido a los tiempos complejos que estamos viviendo y a que las fechas navideñas se acercan, me parece muy procedente hablar de FELICIDAD.
En nuestro mundo occidental gozamos de un bienestar material muy superior al que nunca, en ningún otro tiempo, en ninguna otra civilización se ha tenido. Incluso en esta pandemia en la que estamos inmersos, la situación hubiese sido mucho más terrible de haberse vivido en otro momento histórico (hemos tenido acceso a las facilidades que nos ha proporcionado la tecnología, los científicos han trabajado rápidamente y con dedicación para conseguir una vacuna, no nos han faltado alimentos y nuestros hospitales y médicos, aunque desbordados, han respondido); en fin, nada que ver con otras epidemias anteriores en la historia de la humanidad.
Pero, ¿Qué nos ocurre? ¿Por qué nuestra sociedad occidental es una gran consumidora de antidepresivos y tranquilizantes? ¿Por qué la depresión es una de las enfermedades más extendidas? ¿Por qué no somos felices?
Y es que vivimos de la siguiente forma:
- Nuestro mundo es global, tenemos acceso a multitud de información y estamos conectados con mucha gente. La consecuencia de esto, como bien describía Yuval Noah Harari en su obra, Sapiens, es que nos comparamos con personajes (a veces incluso irreales) que vemos en Instagram, en Internet etc. Es, por lo tanto, nuestra expectativa de lo que queremos ser o tener lo que nos genera infelicidad. Un muchacho de un aldea en la Edad Media sólo se podía comparar con el resto de los habitantes de su aldea, resultando salir él bastante airoso en esta comparación (supongamos que el resto era mayor, o les faltaba algún diente o no eran cultos, etc). Hoy en día, ese mismo muchacho se compararía con Brad Pitt o con modelos idealizados, con lo que su expectativa (aquello que persigue como su felicidad y que espera que se cumpla) cambia, y al resultar inalcanzable y no cumplirse, nos genera sufrimiento.
- Hay una tendencia a querer vivir las emociones “positivas” y no las que erróneamente llamamos “negativas”. Queremos vivir en la alegría, la satisfacción, el orgullo de manera continua. Cuando, por nuestra propia configuración como humanos (y recordemos que las emociones son reacciones fisiológicas), es irremediable tener emociones “negativas” (la ira, el asco, la tristeza) Si admitimos que nuestras emociones negativas son inevitables, que su función la mayoría de las veces es transmitirnos un mensaje y aprendemos a descifrarlas profundizando en su vivencia, aprenderemos sobre nosotros mismos y a mirar el mundo de otra manera.
- Buscamos el placer inmediato, el rápido, el que produce la dopamina, que es el, podríamos decir, neurotransmisor de la felicidad a corto plazo (en comprar, en comer, en fumar) y no la serotonina, que produce el bienestar más a largo plazo, y es propiciada por actividades también placenteras como cultivar la amistad, practicar un hobby que nos gusta de manera constante etc.
Yo te propongo, y ahí va mi pequeño regalo que intenta proporcionarte, por lo menos, un poquito de felicidad:
- Autoconocerte es la base y primer paso para ser feliz. Es como si quisiéramos construir una casa y no sabemos si hay ladrillos o no y si los hay, dónde están. Con el autoconocimiento nos hacemos conscientes de nuestras herramientas, de saber con qué contamos y con que no, y cuando podemos recurrir a esas herramientas para conseguir la felicidad. Ser consciente de tu yo es necesario para aceptarte y para amarte. Maneras de llegar a autoconocernos son por ejemplo el coaching, la terapia o el mindfulness.
- No compararte con nadie ya que eres maravilloso tal y como eres. Con tus virtudes y tus “defectos”. Fomenta tu autenticidad. Eres único, y estás lleno de cosas estupendas, unas que conoces y otras que todavía tienes que descubrir. Conéctate con tu yo más profundo y ámalo tal cual es, sin querer cambiar tu esencia. Y, como parece lógico, las formas para conectar con tu esencia genuina son las mismas que las mencionadas para autoconocerte.
- Trabaja la aceptación, que es una de las claves en las filosofías orientales que estamos aprendiendo a incorporar los occidentales. Aceptar significa no calificar, nada es bueno absolutamente ni malo absolutamente. La realidad es mucho más neutra de lo que nuestro pensamiento y lenguaje dan a entender. Simplemente, dejemos que los acontecimientos transcurran y observemos; descubriremos muchos matices positivos, hasta el momento inadvertidos por nosotros.
La aceptación tiene una dimensión individual y otra del entorno. La individual implica aceptarnos a nosotros mismos, (la mencionada esencia), nuestras emociones, lo que nos pasa, lo bueno que tenemos y lo no tan bueno. Este punto está muy relacionado con el anterior (aceptando, descubriremos nuestra esencia, nuestro verdadero yo).
La aceptación del entorno es no luchar contra los acontecimientos, lo que tenga que ocurrir, ocurrirá. Mejora aquello que dependa de ti directamente, pero lo que no depende, acéptalo sin enjuiciarlo, sin calificarlo.
- Quiérete mucho, date tiempo, lleva a cabo aquellas actividades que te placen, permítete decir que no a aquello que no deseas, hazte pequeños regalos (no necesariamente materiales), vigila el tono con el que te hablas a ti mismo, sin dureza, sin reproches, con amor.
- Y finalmente, lo que podría ser la gran recapitulación de lo dicho hasta ahora y consecuencia de todo lo anterior: Mira hacia dentro de ti mismo. No mires hacia fuera. Es en tu interior donde se alberga ese tesoro llamado FELICIDAD.

Comentários